sábado, 16 de octubre de 2010

RECORDATORIO DEL EQUINOCCIO DE OTOÑO

El pasado 21 de septiembre de 2010, se conmemoró en todo el Hemisferio Norte la llegada del equinoccio de otoño. En tal sentido, compartimos un extracto del interesantísimo artículo "La Visión Masónica del Cosmos", del Q:.H:. Cándido Guzmán Ramírez.

A los ojos de los antiguos, mientras más se acercaba el día del Solsticio de invierno, mas se acortaban los días. A partir de Septiembre 21, o 22, el Sol perdía fuerza, luz y calor y ya no levantaba cosechas.. Simbólicamente, su corona de rayos de luz había sido sustituida con una negra corona de espinas. Para todos, esto fue visto como la muerte del Sol, del Gran Arquitecto de la naturaleza. Ya para el 21/22 de Diciembre esa Muerte del Sol era total, pues, después de descender de modo continuo por 6 meses, ese Sol hacía su arcada más corta, en el lugar más bajo del cielo sur, sumergiéndose en ese cielo (en la Luz Astral) como en un “bautizo”. Para ellos, como en un entierro. Entonces él parecía detener su marcha celeste, como en un gran suspenso..!

Aquí los antiguos vieron algo muy curioso:
Para ellos el Sol parecía dejar de descender durante 3 días (22, 23, 24), en los cuales su arcada por el cielo ni subía ni bajaba. Su arcada diaria solo se repetía, quieta, a lo largo del cielo, como si el Sol hubiera muerto. (Solsticio = Sol quieto). Durante esos tres días de muerte aparente, el Sol del Hemisferio Norte, era visto en la vecindad de la CRUZ del Sur. Después de esa pausa de tres días, aquel Sol parecía comenzar a elevarse lentamente, hacia el Norte del cielo, anunciando días más largos y más cálidos en el futuro. ¡¡Él había resucitado de la muerte!! Y así se dijo siempre, que el Sol muere por 3 días, pero solo para resucitar de nuevo.

Por eso Jesús y muchos otros dioses solares, (como Osiris, Apolo, Mitra, Dionisos, Tammuz y Adonis) compartieron la misma fecha de nacimiento, Diciembre 25, la misma crucifixión celeste, con sus 3 días de muerte y el mismo concepto de haber resucitado y triunfado de la muerte. Al moverse ahora ese Sol de nuevo hacia el Norte, eso siempre fue equivalente a la idea de SALVACION!! Sin embargo los antiguos no festejaban esa Salvación hasta el equinoccio de Marzo 20, el de Primavera o de Semana Santa, puesto que es ahí donde oficialmente el Sol surge triunfante de la oscuridad, porque a partir de ahí los días se hacen ya más largos que las noches, en tanto que el Templo de la Naturaleza, desolado durante el invierno, y siempre obediente al Padre Sol, su Arquitecto, renace para darle vida nueva a las plantas y a los animales. Y en un sentido oculto, a cada ser humano, a quien ese Sol le ofrece una nueva “oportunidad” de comenzar la construcción de su Templo espiritual interno. De descubrir su Sendero y reiniciar su marcha. Pero, más extraño aun, aquellos antiguos creyeron que como se hacía arriba, en el cielo, también se hacía abajo, en la tierra.

Para ellos, un día, cada humano que se hubiera preparado, a través del estudio, la devoción y el auto-sacrificio, llegaría igualmente a conocer la muerte de una manera consciente. Llegando a la realización, de, ¡¡QUE NO HAY MUERTE!! Esta era la Gran Iniciación de la antigüedad, el más grande de todos los logros humanos, uno que se celebraba anualmente entre todos los pueblos del mundo antiguo, pero comenzando en otra fecha del año, ese era el día del Equinoccio de Septiembre 21, o 22, cuando los días comenzaban a ser más cortos que las noches; y el Sol parecía comenzar su declinación por tres meses, hasta llegar al Solsticio.

Para esa fecha equinoxial, con un día y una noche idénticas, de 12 horas cada una, los sabios concebían al Sol frente a una cruz imaginaria en el cielo, frente al cruce de dos planos astronómicos que se cortaban en un ángulo de unos 22 grados. Uno es el plano imaginario de la eclíptica (el de nuestra Traslación anual), y el otro es el plano imaginario (y en ángulo) formado por nuestra propia rotación sobre el inclinado eje de la Tierra. (Ver fotografía inferior).


Para esa ocasión de fines de Septiembre, aquella en que un ser humano experimentaba en éxtasis la muerte, para luego surgir de ella ya omnisciente y triunfante sobre toda ilusión, iluminado, servidor de la LEY y poseedor de la Justicia (de la Ética). Los sabios imaginaron al candidato pasando por lo mismo que le pasaba al Sol. En esa fecha de fines de Septiembre, ese Sol estaba ahora CRUCIFICADO EN EL CIELO. Por ende, durante la Gran Iniciación egipcia, el candidato, ahora en un estado de trance inducido, era atado a dos maderos en forma de un Aspa, o X, en el corazón de la pirámide o templo de iniciación (en la India él era atado a unos maderos en forma de Esvástica) para así ir conociendo, plano a plano, cielos e infiernos – e ir recuperando la memoria de su propio pasado inmenso. De sus vidas pasadas. Al tercer día, él era despertado frente al sol naciente, pero ya como un ¡Hijo del Sol!